Posdata: Civilización o Barbarie

Por Carlos Motta

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¿Cómo se enseña la democracia a través del cañón de una pistola?
-- Eslogan del cartel de protesta enarbolado por el Padre Roy Bourgeois durante una manifestación en contra de The School of The Americas en Fort Benning, GA

En 1968, el cineasta argentino Fernando “Pino” Solanas filmó La Hora de Los Hornos, un documental y manifiesto político radical que abogaba sin pedir disculpas por la construcción de una sociedad justa, libre de las fuerzas del neocolonialismo burgués y del imperialismo estadounidense y europeo. Esta obra fundamental, emblemática de la cinematografía revolucionaria de los años 60, es una sentida y enérgica protesta a favor de la independencia. Solanas y su coguionista, Octavio Getino, formaron el Grupo Cine Liberación y posteriormente formularon lo que denominaron Tercer Cine, una práctica cinematográfica que articulaba los males sociales, políticos y económicos de la época desde la perspectiva de “el pueblo”. El Tercer Cine tomó distancia de la presión comercial de Hollywood y de la actitud aparentemente independiente de los filmes europeos de autor. Para ellos, un film era un instrumento estético para politizar, liberar e inducir un despertar de la conciencia crítica.

Análogamente, la obra del pedagogo brasileño Paulo Freire fue motivada por el rechazo de las inequidades imperantes en el orden social establecido, que imponía un “modelo bancario” elitista de educación en el cual la información es “depositada” en los estudiantes para que la asimilen y actúen en consecuencia sin hacer preguntas. Freire postuló un énfasis alternativo sobre el diálogo y la praxis como medio de desarrollar la conciencia, una conciencia que se entiende como la posibilidad y el poder de transformar la realidad. Como Solanas y Getino, Freire estaba interesado en desarrollar herramientas críticas que la gente pudiese utilizar como medio para liberarse de la opresión.

Las décadas que siguieron al estreno de La Hora de Los Hornos verían cómo se hacían añicos los sueños políticos y sociales tanto del cineasta como del pedagogo. Desde los años 70, Estados Unidos ha respaldado varios golpes militares y dictaduras, guerras civiles, contrarrevoluciones e innumerables formas diferentes de intervención a través del continente con el fin de erradicar sistemáticamente cualquier proyecto (socialista) que pudiera poner en riesgo su poderío económico. Hoy, 40 años más tarde, América Latina sigue sangrando y continúa dependiente, ignorante, violenta, pobre y oprimida.

Estas obras, sus contextos políticos e históricos, han constituido importantes referencias conceptuales y metodológicas para la creación de La Buena Vida, un proyecto videográfico en episodios múltiples, compuesto por más de 360 entrevistas realizadas a peatones en las calles de doce ciudades de Latinoamérica y documentadas en video. La obra analiza procesos de democratización desde el punto de vista de su relación con las políticas intervencionistas de Estados Unidos en la región. Las conversaciones y diálogos grabados en Bogotá, Buenos Aires, Caracas, Guatemala, La Paz, Managua, Ciudad de México, Panamá, Santiago, San Salvador, San Pablo y Tegucigalpa cubren tópicos tales como las percepciones individuales con respecto a la política exterior de EE. UU., la democracia, el liderazgo y el gobierno. El resultado es un amplio espectro de respuestas y opiniones que varían según las situaciones locales y las formas específicas de gobierno en cada país.

La obra está estructurada como un archivo de Internet, que ofrece varias formas de acceder al material y examinarlo. Contiene todas las entrevistas de video sin editar, en un intento de hacer que el proceso de realización de la obra resulte transparente, para permitir a los espectadores reflexionar sobre los problemas inherentes a la tarea de entrevistar, y observar la fabricación de estos “documentos” de video. El proyecto también aspira a mantener una distancia crítica de la utilización de medios similares por parte de los medios de comunicación más importantes para promover la “verdad” y la información “objetiva”, así como de la noción de “opinión pública”. En otras palabras, aunque La Buena Vida emplea estrategias comunes al periodismo y el film documental, no pretende mostrar “una realidad tal como es”, sino más bien exponer una interpretación subjetiva y personal de “la realidad tal como debería ser”. Estos “documentos” no son neutrales y mi mediación y mi ideología, así como la de mis entrevistados, son explícitas.

Además, en términos de distribución, Internet es una plataforma (vía individuos, bibliotecas públicas e instituciones culturales) y un medio de llegar a una audiencia más vasta fuera de la esfera del arte y de hacer que la obra sea accesible para las personas que respondieron las preguntas.

La Buena Vida fue concebida con el fin de plantear preguntas difíciles hoy en día, luego de que años de explotación y dependencia hubieran determinado la suerte de la mayoría de la población civil de América Latina. Esta obra nace del deseo de generar un diálogo intergeneracional público sobre las acciones de EE. UU. y cómo son percibidas en la actualidad, teniendo en cuenta los diferentes niveles de intervención en la región. Me interesaba inquirir acerca de la percepción de conceptos políticos tales como democracia y liderazgo y más importante aún, sobre su implementación, considerando la importancia crítica que les corresponde a estos conceptos en nuestro desarrollo social. ¿Cómo se han construido estos conceptos en países tan diversos como Honduras o Chile, donde el involucramiento de Estados Unidos ha sido radicalmente diferente? ¿Se puede hablar de naciones democráticas en América Latina, una región geográfica definida por la inequidad social? ¿Cuál es el rol de la población civil y/o los movimientos sociales dentro de los diferentes sistemas políticos de la región?

Estas, entre muchas otras preguntas, son parte de un intento de resaltar la necesidad de una sistematización de investigaciones (políticas, sociales e históricas) y de rechazo (del abuso, la manipulación y la violencia). El sistema propuesto no intenta imponer una nueva visión global hegemónica sino más bien magnificar las voces y opiniones no escuchadas sobre el complejo conjunto de relaciones que han mantenido a la mayor parte de nuestro continente en la pobreza y sin una adecuada representación. Modestamente, La Buena Vida busca revalidar mi estatus, así como el de todos aquellos que me rodean, como ciudadanos y sujetos informados y concientes.

Traducido del inglés por Cora Sueldo

Postscript: Civilization or Barbarity

By Carlos Motta

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How do you teach democracy, through the barrel of a gun?
-- Father Roy Bourgeois' sign during a protest against the School of the Americas in Fort Benning, Georgia.

In 1968 Argentinean filmmaker Fernando “Pino” Solanas made La Hora de Los Hornos (The Hour of the Furnaces), a radical political documentary and manifesto that unapologetically advocated the construction of a just society, free from the forces of bourgeois neo-colonialism and U.S. and European imperialism. This major work, emblematic of the 1960s revolutionary filmmaking, is a heartfelt outcry for independence. Solanas and his co-screenwriter Octavio Getino formed the Grupo Cine Liberación (Liberation Cinema Group) and went on to formulate what they called Tercer Cine (Third Cinema), a film practice that articulated the social, political and economic illnesses of the time from the perspective of “the people”. Third Cinema distanced itself from the commercial pressure of Hollywood and the seemingly uncompromised attitude of European films d’auteur. Film for the Third Cinema was an aesthetic instrument to politicize, liberate and to create an awakening of critical consciousness.

Similarly, the work of Brazilian pedagogue Paulo Freire was motivated by the rejection of the inequalities of the established social order, which enforced an elitist “banking model” of education in which information is “deposited” into students, who are expected to digest it without asking any questions. Freire, alternatively, emphasized dialogue and praxis as means of developing consciousness; a consciousness understood to have the power to transform reality. Freire, like Solanas and Getino, was interested in developing critical tools for people to use as means to liberate themselves from oppression.

The decades that followed the release of La Hora de Los Hornos shattered Solanas's as well as Freire’s social and political dreams. Since the 1970s, the U.S. has backed several military coups and dictatorships, civil wars, counter-revolutions, and countless other forms of intervention throughout the continent to systematically eradicate any (socialist) project that may have challenged its economic power. Today, 40 years later, Latin America is still bleeding, dependent, ignorant, violent, poor, and oppressed.


These works — their political and historical contexts — have been important conceptual and methodological references for the making of The Good Life, a multi-part video project composed of over 360 video interviews with pedestrians on the streets of twelve cities in Latin America. The work examines processes of democratization as they relate to U.S. interventionist policies in the region. The conversations and dialogues — recorded in Bogotá, Colombia; Buenos Aires, Argentina; Caracas, Venezuela; Guatemala City, Guatemala; La Paz, Bolivia; Managua, Nicaragua; Mexico City, Mexico; Panamá City, Panamá; Santiago, Chile; San Salvador, El Salvador; São Paulo, Brazil; and Tegucigalpa, Honduras — cover topics such as individuals' perceptions of U.S. foreign policy, democracy, leadership, and governance. The result is a wide spectrum of responses and opinions, which vary according to local situations and specific forms of government in each country.

The work is structured in the form of an Internet archive, which provides several ways to search through and access the material. It holds all the unedited video interviews, in an attempt to make the process of the work’s making transparent, to allow the viewers to reflect on the inherent problems of interviewing, and to see the fabrication of these video “documents.” The project also maintains a critical distance from the mainstream media’s use of similar tactics, such as the interview, to promote “truth” and “objective” information as well as from the notion of “public opinion.” In other words, while The Good Life uses strategies common to journalism and documentary film, it doesn’t pretend to show “reality as it is,” but rather to expose a subjective and personal interpretation of “reality as it should be.” These “documents” are not neutral, and my mediation and ideology as well as that of the interviewees, are explicit.


Additionally, in terms of distribution, the internet is a platform and a way to reach a wider audience outside the field of art (via individuals, public libraries and cultural institutions) and to make the work available to the individuals that responded to the questions.

The Good Life was conceived in order to ask difficult questions today after years of exploitation and dependency have determined the fate of the majority of civilians throughout Latin America. This work is born out of a desire to generate an inter-generational public dialogue about the actions of the U.S. and how they are perceived today given the different degrees and levels of intervention in the region. I was interested in inquiring about the perception of political concepts such as democracy and leadership, and more importantly about their implementation, considering the critical importance that these concepts play in our social development. How have these concepts been constructed in countries as diverse as Honduras or Chile, where U.S. involvement has been radically different? Can one speak of democratic nations in Latin America, a geographic region defined by social inequality? What is the role of civilians and/or social movements within the different political systems of the region?


These, amongs many other questions, are part of an attempt to underline the need for a systematization of inquiry (political, social and historical) and rejection of abuse, manipulation and violence. The proposed system doesn’t attempt to impose another hegemonic world view but rather to magnify unheard voices and opinions about the complex set of relations that have maintained the majority of our continent poor and underrepresented. The Good Life modestly looks to re-claim my status, as well as that of those around me, as conscious, informed and critical citizens and subjects.