Naeem Mohaiemen es un artista que utiliza video+archivo para explorar hitos históricos tales como el pánico de seguridad nacional y revoluciones fallidas. Para más información visite: www.shobak.org
Naeem Mohaiemen is an artist working in Dhaka and New York. He uses video+archive to explore historical markers, including national security panic and failed revolutions. www.shobak.org
por Naeem Mohaiemen
La chica en el Hotel Raffles ronroneó: purpurina embotellada y peligro sexy. Era tarde. Estaba borracha. Tenía que haber mejores formas de terminar en la habitación de hotel de un extraño.
Todo el mundo quiere cruzar el cerco. La elite de Bangladesh admira tan fervientemente a Singapur. Las calles limpias, los edificios altos, las C-O-M-P-R-A-S. Una nación minúscula, el fondo de inversión gubernamental más grande. Elecciones que le devuelven una mayoría absoluta al partido gobernante. No, realmente, preguntamos:¿por qué no podemos ser nosotros? Los ejemplos nostálgicos: Jessore, en Bangladesh, tuvo un aeropuerto antes de que Singapur tuviera un aeropuerto internacional y ahora Singapur tiene el Airbus A380. En alguna parte, las cosas nos fueron mal.
¿Por qué no podemos todos ser Singapur? ¿Por qué yo no puedo ser tú?
La respuesta siempre nos trae de vuelta a nuestro amor obstinado por las elecciones. Nuestros mayores bengalíes nos recuerdan que Singapur prescindió de la democracia y a cambio obtuvo eficiencia, ciudades con rápido desarrollo y ganancias. Nosotros nos “aferramos” a nuestros ciclos de parálisis electoral, de retiradas de parlamentarios en señal de protesta, huelgas, disturbios, golpes militares y finalmente movimientos democráticos que derrocan a los militares. Luego volvemos a la democracia/disfunción.
Alguien dijo que necesitamos “una marca de democracia que se adapte particularmente al genio de los bengalíes.” ¿Genio? ¿O quiso decir que somos niños que no han aprendido a manejar el voto? Quizás quiso decir que tenemos demasiadas opciones y precisamos una reducción drástica. Los charlatanes quieren a un Lee Kuan Yew bengalí. ¿Pero qué sucede si esperamos un LKW y acabamos obteniendo un Idi Amin Dada? Él también prometió modernizar. Digieran el tuétano y el hueso.
Denle democracia a alguna gente y vean lo que hacen con ella. Esta nación caníbal que devoró a su propio “padre”. Cuatro años después de haber partido a Pakistán en dos y de haber llevado a Bangladesh a la independencia, Sheikh Mujib fue ametrallado por sus propios hombres. Incapaz de imaginar que el ejército volvería sus armas contra él, Munjib descendió los escalones de su casa y dijo: “¿tora ki chas?”
(¿Qué quieren ustedes, muchachos?) Imaginó que era 1971 otra vez. Que marcharía valientemente a prisión y regresaría como un héroe nacional. Pero era 1975, no 1971. La bala, no el voto. El fin del grandioso experimento.
Bhodrolok significa hombre civilizado o cortés. El término se filtra a través de los preciosos modales introducidos por la elite hindú a principios del siglo XX. A medida que la elite bengalí musulmana salía de su etapa larval, fue adquiriendo las connotaciones del bhodrolok. Es decir, cómo no ensuciarse las manos en el turbio negocio de la vida. Una gran retirada de la política para los bhodros musulmanes. El espectáculo de dirigir un país se estaba volviendo demasiado para ellos. Guerras de independencia, reconstrucción fallida, hambrunas catastróficas, asesinatos, rebeldes maoístas, agentes de la CIA, golpes y contragolpes.
Asqueados de la política, temiendo por su pureza, los bhodro se replegaron a los seminarios, las cenas y los editoriales de opinión, dejando la politiquería a otros. Mientras los nuevos grupos infectaban la política, la inteligencia formó reductos de poder alternativos. Lo primero fue la revolución de las ONGs, hasta que organizaciones como el Banco Grameen, BRAC, Proshikha y GonoShastya funcionaron como gobiernos paralelos. A continuación, el Cuarto Poder, cuando hizo su aparición la era de la televisión vía satélite. Conectadas y superponiéndose se encontraban las empresas comerciales gigantes, hidras que llegaban a todos lados. Un paraíso que precisaba estabilidad, no elecciones.
Y aquí entra en escena el concepto – la estabilidad – que drena la sangre de la vida política. El sueño de Singapur. Hoggole Singapore hoibar chai. Y ahora vemos regresar a los bhodroloks. Renacidos bajo una nueva forma que llamamos shushil samaj – sociedad civil. La palabra ´shu´ antepuesta a un término bengalí le da un lindo brillo. Shumoti: pensamiento sensato; shubochon: bienhablado; shubuddhi: buena idea. Mi compañero de estudios me dice con voz áspera: “Los llamamos a todos ustedes kutil (torcida) samaj, no shushil samaj.” Sí, me incluye a mí. Nos beneficiamos del dinero shushil que va a las galerías, periódicos de arte y viajes a bienales…
En el sexto año del nuevo milenio, Bangladesh estaba paralizada por una histeria democrática colectiva. Las próximas elecciones estaban en juego. Ningunos de los dos bandos confiaba en que fuera a ser una contienda limpia. Listas de votantes amañadas y jueces corruptos. Debates y batallas. Rieles de ferrocarril arrancados. Cubiertas quemadas. Balas de goma, gases lacrimógenos, cócteles Molotov, alambre de púa. Problemas en la mente, muerte en el aire. Frente al estadio, los “islamistas” batallan contra los “progresistas”. Uno de los islamistas fue muerto a golpes y se vio en vivo por TV. Sesos y sangre sobre el asfalto, cloqueo horrorizado en el mundo de los blogs. Chicos, ¿creyeron que 1975 fue más suave? El video solamente mató el misterio.
El 10 de enero de 2007, las Naciones Unidas anuncian que si el ejército de Bangladesh supervisa las elecciones en este caos, pueden poner en riesgo su papel como miembros del cuerpo de paz de Naciones Unidas (Bangladesh es el mayor proveedor de tropas para las misiones de paz de Naciones Unidas). Éste es un asunto serio. El 11 de enero, el ejército interviene e instala un “Gobierno Provisional” 1/11. Nuestra vida se ve enriquecida por la numerología. Un antiguo miembro del Banco Mundial es designado para encabezar el gobierno provisional.
Se anuncia una “guerra contra la corrupción”. Blanco: la clase política. Comienzan los operativos y el descubrimiento de riquezas saqueadas no tiene fin. Pavos reales y cocodrilos como mascotas. BMWs, Hummers, Mercedes. Uno tras otro, todos los políticos importantes son arrestados bajo cargos de corrupción. Un ministro es sentenciado a cinco años por posesión de bebidas alcohólicas extranjeras. Un escalofrío desciende sobre la escena del partido Dhaka. Todo el mundo comienza a echar su ´guardadito´ por el inodoro, o mejor aún, por su garganta. Cerveza, vodka, gin. Para los más jóvenes, la yaba es la droga de las fiestas. Una anfetamina letal proveniente de Tailandia, ahora producida localmente. Mad Dog y Pink Pleasure. Marcas melosas que resecan las lenguas. El gran traficante de yaba de la ciudad es arrestado. ¡Sorpresa! Resulta ser pariente de uno de los políticos. Otra rueda de políticos a la cárcel. No creo que nadie derrame una lágrima por estos padrinos políticos. Pero estamos nerviosos, porque nos preguntamos qué pasará cuando no haya más políticos. ¿Y por qué se deja solos a los islamistas? Algo malo viene por ese lado.
Tal vez algunos estén esperando que la “comunidad internacional” intervenga y “reinstaure” la democracia. Algún Gandalf el Bueno de fábula. Pero nadie quiere perturbar los planes de establecer una fuerza de paz de la ONU liderada por musulmanes en el Irak post Estados Unidos. Con Pakistán fuera de carrera, Bangladesh es el próximo candidato para la misión. Tantos jugadores en este juego de ajedrez de tablero doble. Sólo túnel y más túnel, ninguna luz a la vista.
Pero aún hay manifestantes en el campus de la universidad. No se han rendido todavía. Su mensaje está pintado en las paredes de los dormitorios. Si van a terminar con la política, no me digan que es por mi propio bien. Mátenme a mí antes de matar a mi época.
Los provisionales nos aseguran que habrá elecciones en diciembre de 2008. El ejército está supervisando la inscripción en el padrón de votantes con equipos de computación que van a crear documentos nacionales de identidad biométricos. En el centro de inscripción, el escáner no registra las huellas dactilares de mi madre. “Es usted anciana,” dice el hombre de la piel lisa, “sus huellas se han borrado.” Estoy en la habitación de al lado – hay murmullos cuando algunas personas se cuelan en la fila delante nuestro, rompiendo el orden. Un hombre mayor comenta secamente: “No hay extraterrestres de otro planeta, todo el mundo proviene de la misma madre. Aunque se la golpee con un palo, la serpiente permanece torcida.”
Último hombre frente a los tanques de Tiananmen – desearía poder ser ese valiente, mas no lo soy. Pero sigo pensando que la historia planeada no va a funcionar. Los bengalíes aún quieren una elección más que una lobotomía que dé origen a una nación de compradores. Todavía no estamos del todo listos para nuestro momento Singapur.
Traducido del Inglés por Cora Sueldo
by Naeem Mohaiemen
The girl in the Raffles Hotel purred: bottled glitter and sexy danger. It was late. She was drunk. There had to be better ways to end up in a stranger’s hotel room.
Everyone wants to go over the fence. The Bangladesh elite so fervently admires Singapore. The clean streets, the high-rises, the S-H-O-P-P-I-N-G. Tiny nation, largest government investment fund. Elections that return an absolute majority to the ruling party. No really, we ask, why can’t that be us? The wistful examples: Jessore in Bangladesh had an airport before Singapore had an international airport, and now Singapore has the Airbus A380. Somewhere it went wrong for us.
Why can’t we all be Singapore? Why can’t I be you?
The answer always comes back to our obstinate love for elections. Our Bangla elders remind us that Singapore dispensed with democracy, and in exchange got efficiency, boomtown and profit. We “cling” to our cycles of election gridlock, parliament walkouts, strikes, riots, military coups, and finally democracy movements that overthrow the military. Then we get back to democracy/dysfunction.
Somebody said we need “a brand of democracy particularly suited to the genius of the Bengali people.” Genius? Or does he mean we're children who haven't learnt to handle the vote? Perhaps he means we have too many choices and need a drastic reduction. The chatterati want a Bengali Lee Kuan Yew. But what if we hope for LKY and end up with Idi Amin dada? He promised to modernize as well. Digest the marrow and the bone.
Give some people democracy, and look what they do with it. This cannibal nation that ate its own “father.” After splitting Pakistan in two and bringing Bangladesh to independence, Sheikh Mujib was machine-gunned four years later by his own men. Unable to imagine that the army would turn their guns on him, Mujib walked down the steps of his house and said “tora ki chas?” (What do you boys want?). He imagined it was 1971 again. That he would bravely march to jail and come back out the national hero. But it was ‘75, not ‘71. The bullet, not the ballot. The end of the grand experiment.
Bhodrolok is civilized or courteous man. The term seeps out of precious manners set in motion by the Hindu elite in the early twentieth century. As the Bangla Muslim elite came out of their larval stage, they took on the connotations of the bhodrolok. Or, how not to get your hands dirty in the messy business of life. A great retreat from politics by the Muslim bhodros. The spectacle of running a country was becoming too much for them. Independence war, failed reconstruction, cataclysmic famine, assassination, Maoist rebels, CIA station chiefs, coups and counter-coups.
Disgusted with politics, fearful for their purity, the bhodro retreated into seminars, dinner parties and op-eds, leaving politicking to others. As new groups infected politics, the intelligentsia formed alternate power silos. First the NGO revolution, until organizations like Grameen Bank, BRAC, Proshikha and GonoShastya functioned as parallel governments. Next, the Fourth Estate, as the satellite television age arrived. Linked and overlapping were the giant business houses, hydras reaching everywhere. A paradise that needed stability, not elections.
And now enter that concept– stability– that drains the blood from political life. The dream of Singapore. Hoggole Singapore hoibar chai. And now we see the bhodroloks return. Reborn into a new form we call shushil samaj - civil society. The word shu in front of a Bangla word gives it a nice sheen. Shumoti, sane thought, shubochon, well spoken, shubuddhi, good idea. My classmate rasps at me, “We call all of you kutil (twisted) samaj, not shushil samaj.” Yes, he includes me. We benefit from the shushil money going into galleries, art journals and biennial trips…
In the sixth year of the new millennium, Bangladesh was in the grip of collective democratic hysteria. At stake were the coming elections. Neither side willing to trust a fair fight. Rigged voter lists and crooked judges. Debates and battles. Train tracks uprooted. Burning tires. Rubber bullets, tear gas, Molotov cocktails, barbed wire. Trouble in mind, death in the air. In front of the stadium, the “Islamists” battle the “Progressives.” One of the Islamists is beaten to death on live TV. Brain and blood on asphalt, horrified clucking in the blogosphere. Kids, did you think 1975 was any gentler? Video only killed the mystery.
On January 10th 2007, the United Nations announces that if the Bangladesh Army supervises elections in this chaos, they could endanger their UN peacekeeping role (Bangladesh is the largest supplier of troops to UN missions). This is serious business. On January 11th, the army steps in and installs a ”Caretaker Government.” 1/11. Our life rich with numerology. A World Bank alumni is appointed to head the caretakers.
A “war against corruption” is announced. Target: the political class. The raids begin, and there is no end to the looted riches being uncovered. Peacocks and pet crocodiles. BMWs, Hummers, Mercedes. One after another, all the big politicians are arrested on corruption charges. A minister is sentenced to five years for possession of foreign alcohol. A chill descends on the Dhaka party scene. Everyone starts flushing their stash down toilets, or better yet down their own gullets. Beer, vodka, gin. For the younger set, yabba is the party drug. A lethal amphetamine from Thailand, now locally manufactured. Mad Dog and Pink Pleasure. Honeyed brand names that drip off tongues. The big yabba dealer in town is busted. Surprise, he turns out to be a relative of one of the politicians. Another round of politicians to jail. I don’t think anyone sheds a tear for these political godfathers. But we’re jittery, because we wonder what will come when there are no more politicians. And why are the Islamists left alone? Something wicked this way comes.
Perhaps some are waiting for the “international community” to step in and “restore” democracy. That fabled Gandalf the good. But no one wants to disturb plans to install a Muslim-led UN peacekeeping force in post-America Iraq. With Pakistan out of the running, Bangladesh is the next candidate for the mission. So many players in this double-decker chess game. Only tunnel and tunnel, no visible light.
But there are still protestors on the university campus. They haven’t given in just yet. Their message is painted on the dormitory walls. If you’re going to end politics, don’t tell me it’s for my own good. Kill me before you kill my time.
The caretakers assure us there will be elections in December 2008. The army is supervising voter list registration, with computer equipment that will create biometric national ID cards. At the registration center, my mother’s fingerprints don’t register on the scanner. “You're old,” says the smooth faced man, “your fingerprints have rubbed away.” I’m in the next room- there are murmurs as people cut the line in front of us, breaking the orderliness. An old man dryly remarks, “There are no aliens from another planet, everyone comes from the same mother. Even if you beat it with a stick, the snake remains crooked.”
Last man in front of the Tiananmen tanks-- I wish I could be that brave, but I’m not. But I keep thinking that planned history will not work. Bengalis still want a choice, rather than a lobotomy that births a nation of shoppers. We are not quite ready for our Singapore moment.